Incluye legados de las maestras referentes de la primera educación de un escolar, muy queridas por los alumnos y por las familias: las maestras rurales, de barrio y de primera enseñanza. Éstas son muy numerosas y quizá incontables. Las incluidas en ese capítulo son a modo de homenaje testimonial para todas ellas.
Dueñas del espíritu inspirador de amor por la curiosidad, el deseo de aprender y la inquietud intelectual, las maestras de las escuelas elementales y primarias han sido a lo largo de la historia un puntal irreemplazable para la formación primordial y básica de los aragoneses de los siglos precedentes. En un Aragón primordialmente rural, muchas de ellas itineraron por las escuelas rurales implicándose en los asuntos de la localidad e influyendo en su evolución social; se involucraron en la formación de su alumnado, en el ambiente familiar, en las necesidades de la población a muchos otros niveles, y defendieron la mejora de las condiciones de vida de las familias. La capacitación para ejercer fue evolucionando desde el ejercicio voluntario de la docencia en materias elementales relacionadas con lo que se consideraba necesario para formar a una niña, hasta la demostración de aptitud con un certificado que las capacitaba, hasta que a partir de 1868 se exigió título profesional que las acreditara como maestras elementales o superiores.
Es imposible desligar la parte vocacional del ejercicio profesional de la maestra, como es imposible desligar de ello su propia inclinación particular al aprendizaje y al deseo de progreso a través del estudio. De cualquier manera, ellas simbolizaban un modelo de mujer que se transmitía a niñas y niños de su entorno: ya eran autónomas muchas de ellas, ofrecían charlas y conferencias, escribían en revistas de educación e incluso cambiaban de destino sin ser acompañadas por su marido. Su propia formación como maestras las convirtió además muchas veces en el símbolo intelectual y cultural de la localidad, y por tanto en un referente social en su entorno.
La huella dejada en el ejercicio de su labor docente ha sido la forma de recuperar en muchos casos la memoria de las maestras en Aragón, y así, a lo largo del siglo XX han sido recordadas y reivindicadas por la gratitud de sus alumnos y los entornos sociales en los que dejaron su recuerdo, pudiendo inmortalizarlo otorgando su nombre a calles de las localidades, grupos escolares y concursos o premios locales.
Recuperar el legado de las maestras de primera educación ha sido el principal factor para reivindicar la importancia de la Escuela Primaria. Una importancia que no siempre se ha comprendido en su verdadera dimensión, ya que los primeros referentes culturales y de memoria social colectiva que crea el niño o niña, se producen en la escuela. La Escuela primaria alimentó la observación y la experiencia para las primeras teóricas de la educación y las pedagogas pioneras en la innovación educativa, comprendiendo que es en ese entorno donde se plantan las semillas de la futura formación de los escolares.
Ya no hay duda en comprender hoy a la Escuela Primaria como el principal campo de detección de las necesidades educativas y los síntomas que indican la dirección de los cambios de la sociedad. Aragón ha dado grandes pedagogas que abrieron caminos muy importantes para la modernización y el avance de las técnicas educativas, a la vez que dejaron una huella personal en el desarrollo de los escolares que pasaron por sus aulas.