La Cartuja de la Concepción > Historia y Arquitectura


El impulso de una mujer

A. Fundación y primeros años de andadura

La fundación de La Cartuja de la Inmaculada Concepción (Zaragoza) se debe a don Alonso de Funes y Villalpando (+1630), noble caballero zaragozano, Regidor del Hospital de San Felipe y Santiago y Diputado del Reino, casado con la rica heredera doña Jerónima Zaporta (+1650), nieta del famoso banquero Gabriel Zaporta , quien, a la muerte de su esposo, se convirtió en la verdadera impulsora de la creación del monasterio.

Hombre profundamente religioso, y gran devoto de la Orden Cartujana, Don Alonso de Funes y Villalpando tuvo la iniciativa de fundar una nueva cartuja en tierras aragonesas, al establecer en su último testamento, redactado el 10 de julio de 1629, que a la muerte de su esposa toda su hacienda debía de pasar a los monjes cartujos con el fin de que levantasen un cenobio bajo la invocación de la Inmaculada Concepción. No obstante, si bien es cierto que la idea partió de don Alonso, como hemos dicho, la verdadera ejecutora del proyecto fue su esposa doña Jerónima Zaporta. Muerto el noble señor y hechas públicas sus últimas voluntades el 23 de noviembre de 1630, la viuda, sintiéndose responsable de cumplir los deseos de su marido, decidió poner en marcha la fundación, resolución que le llevó no solo a guiar directamente esta importante empresa, sino también a prometer el legado de su propia fortuna personal.

La redacción de la Capitulación y Concordia de la fundación de La Cartuja tuvo lugar el 20 de agosto de 1634. Asentadas las bases del proyecto fundacional, los monjes, a instancias de doña Jerónima, procedieron a la búsqueda de un lugar adecuado para instalar el monasterio. Después de profundas reflexiones, los cartujos eligieron un emplazamiento, cercano a la villa de Alcañiz, llamado Torre de los Martucos o Torre de la Fuente de los Martucos, el cual, además de ser agradable, contaba con abundante agua y con inmejorables comunicaciones con diversos centros de comercio.

Allí se instalaron los monjes el 8 de mayo de 1639. Lamentablemente, al cabo de escaso tiempo, la fundación se vio amenazada por la presencia de tropas francesas que se habían adentrado en Aragón para prestar apoyo a los catalanes en la Guerra de Secesión (1640-1652), hecho que obligó a los monjes a huir de su establecimiento, dejando abandonado el cuerpo de don Alonso allí enterrado. Este episodio y la inseguridad de la zona dieron lugar a que la viuda exigiera que la fundación se trasladase a otro lugar, postura que logró imponer con su habitual constancia. Y así, el 27 de julio 1643 los padres visitadores de la provincia decretaron que la comunidad de la Concepción se instalase en la llamada Torre de las Vacas o de Martín Cabrero, propiedad de la fundación, sita en las cercanías de Zaragoza, lugar que, a la postre, constituiría la definitiva ubicación del monasterio.

Este emplazamiento, sin embargo, aunque era del gusto de la fundadora, no terminaba de convencer a los monjes, fundamentalmente por su falta de agua, esencial para el desarrollo de la vida de la comunidad. Por esta razón, a pesar de que las instancias superiores de la Orden, por la insistencia de doña Jerónima, dieron su beneplácito a la nueva ubicación, los cartujos de la Concepción fueron retrasando el inicio de la construcción de monasterio, con la esperanza de encontrar con el tiempo un terreno más idóneo.

Este hecho provocó que la viuda, viendo próxima su muerte, añadiera a su testamento, en el año 1650, una cláusula por la cual establecía que si en el plazo de un año, a partir de la fecha de su muerte, no se iniciaba la fábrica del cenobio en la Torre de Martín Cabrero, toda su fortuna pasase definitivamente a manos de la Compañía de Jesús. Muerta ese mismo año de 1650, los monjes cartujos no tuvieron más remedio que comenzar apresuradamente las obras ante la perspectiva de perder la cuantiosa herencia prometida; y así, en tiempos del prior Diego de Villarroya, concretamente, el 9 de septiembre de 1651, Diego Borbón, albañil y cantero, colocó la primera piedra del conjunto, del cual, según consta en la documentación, ya se había trazado una planta.

B. La construcción del monasterio y la plenitud de la vida de La Cartuja

El auténtico inicio de las obras de La Cartuja de la Inmaculada Concepción tuvo lugar en el periodo de gobierno del prior Antonio Gascón (1661-1682 y 1686-94). Hombre resolutivo y de férrea voluntad, supo sacar la fundación del letargo en que se encontraba, asentando las bases que permitieron su próspero y estable futuro. Consiguió que todos aceptaran el definitivo emplazamiento del monasterio solucionando el problema del agua mediante la construcción de una noria que permitiría la traída del líquido elemento hasta La Cartuja.

Asimismo, mejoró la economía de la fundación y sobre todo, puso en marcha, impulsó y dirigió la construcción del cenobio que tomó como modelo la planta de la zaragozana cartuja de Aula Dei. En el año 1674 se habían construido las dependencias necesarias para que la comunidad pudiese habitar el monasterio, estabilizando de esta forma la vida monástica. En aquella fecha estaban levantadas varias celdas (entre ellas la prioral), parte de las galerías del gran claustro, con sus correspondientes celdas y la sala capitular, que ejercía provisionalmente las funciones de iglesia conventual. Al final de su segundo priorato que concluyó en 1694, además de las obras señaladas, se habían edificado, el gran claustro con sus cuatro galerías, buena parte del encintado o muralla del monasterio, y se había iniciado la construcción de la procura y la portería.

Las obras también progresaron considerablemente en el periodo de gobierno de los priores José Sobrepuyuelo (1694-1703) y Miguel Iñigo (1709-1718 y 1721-1730). Al final del priorato de este último quedaron concluidas la celda del sacristán y del ayudante del sacristán, el claustrillo de capillas con al menos siete capillas, el pasillo de comunicación entre dicho claustrillo y el gran claustro, la procura, las oficinas del horno y criados, la portería y la mayor parte de la iglesia (con su sacristía, tribuna, capilla del sagrario y torre), tal y como acredita el hecho de que el 12 de octubre del año 1731 tuviera lugar su consagración.

Desde 1731 hasta el 1767 se levantaron algunas celdas más, la hospedería, el claustrillo del refectorio, el refectorio, la cocina con sus cuartos anexos y el capítulo de legos. En ese año de 1767, los cartujos declararon que sólo faltaba para terminar totalmente las obras, perfeccionar un total de nueve celdas.

A excepción del albañil y cantero, llamado Diego Borbón, que puso la primera piedra de La Cartuja de la Inmaculada Concepción, desconocemos los nombres de los principales maestros de obras que proyectaron, dirigieron y ejecutaron el grueso de las obras del monasterio. Solo sabemos que en la fábrica participaron numerosos oficiales, algunos de ellos todavía sin examinar, que tuvieron el permiso de las autoridades de la ciudad de Zaragoza para este efecto, y algunos albañiles o peones que eran miembros de la comunidad, los cuales, tal y como consta en la documentación, antes de haber ingresado en La Cartuja habían ejercido estos oficios.

La segunda mitad del siglo XVIII, constituyó un periodo floreciente para La Cartuja de la Concepción. Edificado su monasterio, todas las rentas de la comunidad pudieron invertirse en la adquisición de nuevas propiedades que incrementaron el, ya de por sí, rico patrimonio de la fundación. No obstante, buena parte de sus ingresos se dedicaron a otros menesteres. Así, por ejemplo, prestaron ayuda económica a La Cartuja de Nuestra Señora de la Fuentes (Huesca), fundaron una escuela de niños y niñas en Burgo de Ebro, que les hizo granjearse las simpatías de los lugareños y contribuyeron con considerables sumas de dinero a la construcción de Canal Imperial.

También los monjes de la Concepción mejoraron y reformaron algunas de las dependencias del conjunto monástico, tales como la celda prioral (1767) y la bodega (1791) -obras llevadas a cabo por el maestro Pedro Ceballos- y la iglesia (1780) –renovación efectuada por los hermanos cartujos Joaquín Gracián (1741-¿) y Ramón Almor (1719-1782) . De todas estas reformas, la del templo fue sin duda la más importante ya que llevó consigo la renovación de todo su interior. Este periodo de prosperidad, sin embargo, pronto vería su fin con la llegada del siglo XIX.

La Cartuja de la Inmaculada Concepción fue una fundación con una economía bastante boyante. Su medio de subsistencia fundamental fue el cultivo de la tierra y el ganado, al cargo de los hermanos, si bien tuvo otras vías de ingresos que fueron fundamentales. Además de las rentas legadas por sus fundadores don Alonso de Funes y Villalpando y doña Jerónima Zaporta, con el paso de los años y sobre todo en el siglo XVIII, fue adquiriendo nuevos bienes y propiedades, gracias a las limosnas y donaciones, el encargo de misas, y los beneficios que iba obteniendo de sus rentas, hasta convertirse en una cartuja con abundantes recursos.

C. El fin de la vida de La Cartuja

El primer acontecimiento que conmocionó la sosegada vida de La Cartuja de la Concepción en el siglo XIX fue la Guerra de la Independencia, que no sólo obligó a los monjes a abandonar su convento en 1808, sino que también causó notables desperfectos en el conjunto monástico. Tras la contienda, el deteriorado estado en el que quedó el monasterio era tal que, cuando los cartujos pudieron tomar de nuevo posesión de su morada en el año 1814, se vieron forzados a acometer toda una serie de obras de gran coste económico con el fin de rehabilitar el monasterio.

En el transcurso de seis años, los monjes fueron, poco a poco, acondicionando la procura y la hospedería, la sala capitular (que les sirvió de iglesia provisional mientras se arreglaban el templo que estaba en deplorable estado), el refectorio y las celdas.

Lamentablemente, en el 1820 un nuevo acontecimiento vino a interrumpir su vida cotidiana. En efecto, a consecuencia de los decretos desamortizadores promulgados por el gobierno liberal en el año 1820, los monjes tuvieron que dejar su residencia hasta que en el año 1823, les fueron restituidas de nuevo todas sus propiedades. A partir de esta fecha se sucedió un cierto periodo de tranquilidad que permitió a los monjes continuar las reparaciones de su iglesia conventual que fue finalmente consagrada y bendecida el 28 de abril de 1827.

No obstante, poco duró esta situación ya que en 1835 una nueva sacudida iba a cambiar por completo la vida de los monjes de la Concepción, esta vez de una forma definitiva. En aquella fecha el vicario de La Cartuja escribió las últimas líneas del libro de actas del capítulo que fueron las siguientes:

"A principio de Quaresma de 1835, comenzó la revolución de Zaragoza. Comenzó por el palacio del Señor Arzobispo, combento de la Victoria y otros. Por el mes de julio se resolvieron las cosas de tal manera que tuvimos que desamparar la cartuxa de la Purísima Concepción con el mayor peligro...”.

Estos hechos y la posterior publicación de los decretos desamortizadores de Juan Álvarez de Mendizábal acabaron de poner fin a la vida de La Cartuja de la Inmaculada Concepción. Sus dependencias nunca más serían habitadas por monjes.

Tras ser enajenado por el Estado, el monasterio de la Inmaculada Concepción (con todas sus propiedades) fue subastado entre los años 1843 y 1844. Las diversas porciones en las que fue dividido su patrimonio fueron adquiridas por diferentes propietarios, quienes, a su vez, alquilaron sus parcelas a colonos dedicados a actividades agrícolas. Estos colonos comenzaron a utilizar el monasterio como vivienda, ocupando y adecuando sus distintas dependencias a este nuevo uso y derruyendo sus claustros para convertirlos en calles.

Desde un principio se respetó el templo que, si bien en un principio dependió de la parroquia de San Miguel, pronto se erigió en iglesia parroquial independiente. Hoy es propiedad del Arzobispado de Zaragoza.

De esta primera agrupación de colonos surgió el núcleo de población que pronto tomó la denominación de Barrio de La Cartuja Baja. Desdichadamente en el transcurso del tiempo, se produjo el progresivo deterioro y transformación de muchos de los edificios de la antigua fundación, cuando no su desaparición.

En 1982 el Monasterio fue declarado conjunto histórico-artístico por el RD 3234/1982 de 12 de noviembre. Aunque en la actualidad todavía puede percibirse el trazado original de La Cartuja, es necesario acometer la restauración de algunas de sus dependencias. Así se han llevado a cabo trabajos en algunas de sus edificaciones. Se limpió y se consolidaron las ruinas del gran claustro y se han realizado trabajos de mantenimiento de diversa consideración tanto en la celda del Prior, torreón y parte del lienzo de la calle 14 de septiembre, como en la Procura y Hospedería.

Una iniciativa especialmente importante para este conjunto fue la aprobación por parte del Ayuntamiento de Zaragoza y por la Diputación General de Aragón del Plan especial de protección y reforma interior del conjunto histórico-artístico de La Cartuja de la Concepción (Barrio de La Cartuja Baja) en 2002.

Se han restaurado completamente el refectorio y la Portería en la primera década de este siglo.

Capítulo especial merecen las intervenciones realizadas en el templo. Aunque la iglesia no fue transformada interiormente, porque siempre fue utilizada para el culto (iglesia parroquial del barrio), esta dependencia fue sufriendo un paulatino deterioro por el efecto del paso del tiempo. Desde la década de los 90 del siglo pasado se fueron realizando diversos trabajos, gracias a la colaboración entre el Arzobispado del templo y diferentes instituciones públicas.

Es a partir de 2009 cuando se manifiesta la firme voluntad de acometer la restauración del templo que llevaba largos años sin tener culto, realizándose las ceremonias religiosas en el cine del barrio, comenzando las obras al año siguiente y finalizándolas en diciembre de 2012. No obstante, su inauguración solemne, con la presencia del Arzobispo de Zaragoza, don Manuel Ureña, y del Nuncio de la Santa Sede en España, Mons. Renzo Fratini, tuvo lugar más tarde, el 12 de julio de 2014.

D. La planta del monasterio.

La planta de La Cartuja de la Inmaculada Concepción responde a un concepto de monasterio cartujano, propio de la Edad Moderna, regular, ortogonal, ordenado, con gran integración entre sus distinta partes y, sobre todo, perfectamente funcional.

Contaba con todas las dependencias necesarias para el desarrollo del particular modo de vida de una comunidad cartujana. Delimitado por una muralla, en su recinto se encontraban:

- un ámbito de obediencias en el que se alzaban las siguientes dependencias: la portería con su caballeriza, ambas situadas en la zona cercana a la entrada al monasterio, la oficina del horno, criados y labranza, donde estaban estancias para el uso de los criados de La Cartuja y de servicios varios, la hospedería (con su bodega), la procura, lugar donde residían los hermanos.

- un ámbito conventual, en el que se disponían las dependencias para la vida comunitaria y cenobítica de la comunidad: la iglesia con su tribuna, torre, capilla del sagrario y sacristía, el claustrillo de capillas en torno al cual se disponían la sala capitular de los padres y diversas capillas para la celebración cotidiana e individual de misas, el claustrillo del refectorio en torno al cual se distribuían el refectorio con su cocina y la sala capitular de los hermanos, y el gran claustro con sus celdas (comunes, del sacristán, del ayudante del sacristán y del prior).

La disposición de estos ámbitos y estancias responde a una lógica. Así por ejemplo, el ámbito de obediencias, por razones prácticas, se ubica cerca de la entrada del monasterio mientras que el gran claustro, detrás de la cabecera de la iglesia, se sitúa en la zona más alejada de la puerta del conjunto y de la zona de obediencias, con el fin de garantizar el silencio, el aislamiento y la tranquilidad de las celdas.

Por su parte, los dos claustrillos (en torno a los cuales se disponen las dependencias de vida en común) se encuentran en una zona intermedia entre el gran claustro y las obediencias, ubicándose concretamente la cocina en una parte de fácil conexión con las dependencias que usaban los hermanos y, a su vez, de directo acceso con las galerías del gran claustro para facilitar el traslado de los alimentos cotidianos a las celdas.

En cuanto a la distribución concreta de la planta, sabemos que la Inmaculada Concepción fue realizada según el modelo de La Cartuja de Aula Dei, construida en la segunda mitad del siglo XVI. Al igual que en esta última, en su trazado se aplicó un estricto criterio de simetría.

Así, se aprecia la existencia de un eje ordenador de todo el conjunto, que coincide con el eje de la portería, de la iglesia y del gran claustro ubicado detrás de su cabecera, con arreglo al cual se sitúan las dependencias del monasterio. La Cartuja cuenta, como en Aula Dei, con dos claustrillos conventuales simétricos (hoy destruidos), y no sólo uno como es habitual, que servían para ordenar las múltiples dependencias de uso común. También la simetría ha primado en la ubicación de la hospedería y procura, ambas simétricas con respecto al citado eje.

Las ventajas de distribución que La Cartuja de Aula Dei introdujo en su plano, determinaron que todas las cartujas que se construyeron con posterioridad a ella en España incorporan las novedades de su planta. Tales cartujas, aparte de la que nos ocupa, fueron Ara Christi en Valencia, Nuestra Señora de las Fuentes en Huesca y Jesús Nazareno de Valldemosa en Mallorca. Aula Dei también fue el modelo de La Cartuja de Scala Coeli en Évora (Portugal). Existe un plano alternativo al expuesto en este apartado, defendido por algunos autores que sostienen que la prolongación del gran claustro hasta el atrio que se producía en el lado Oeste del monasterio, existía también en el lado Este.

CURIOSIDAD

La Cartuja de la Inmaculada Concepción es la tercera construida en Aragón tras La Cartuja de Aula Dei y La Cartuja de Nuestra Señora de Las Fuentes; y la última finalizada en la Península Ibérica.

Nota: La Cartuja de Via Coeli (en Orihuela, Alicante), fue comenzada a construirse con posterioridad, pero fue finalizada antes. Sin embargo la pobreza de esta cartuja llevó a que fuese suprimida en 1681.