Gabinetes de curiosidades: Del coleccionismo de objetos insólitos a los museos contemporáneos


Artículo publicado en el número 6 de la revista Zaragoza Joven (junio de 2024)..

Cultura
Marta Parra

"Nunca había convivido con una familia indígena, ni había comido sopa de zapallo, ni había escuchado el canto del arrullo, ni había visto tejer mola", escribe el zaragozano Sergio Otegui sobre su último viaje a Panamá, esta vez a la Isla Tigre. Su blog, Nada Incluido, es un conjunto de crónicas de los viajes que ha realizado a más de 35 países. En él cuenta los lugares que visita, pero también historias de las personas que conoce y aspectos de su cultura.

Hoy podemos armarnos con una mochila y una cámara y viajar por nuestra cuenta para descubrir el mundo, pero es interesante recordar que la humanidad no siempre tuvo estas oportunidades al alcance de la mano. Antes de que los pasaportes se llenaran de sellos, de que los museos atrajeran multitudes y de que pudiéramos aprender sobre una etnia indígena de Panamá sin movernos de casa; antes de todo eso, existían los gabinetes de curiosidades.

En estos espacios, también llamados "cuartos de maravillas", se recopilaban y exhibían artículos extraños, exóticos, insólitos y sorprendentes. Pero eran mucho más que simples colecciones de objetos raros o valiosos, eran auténticas ventanas al mundo en un momento en el que la gran mayoría no podía permitirse recorrerlo. Hoy sabemos, además, que los gabinetes de curiosidades fueron los precursores de los museos modernos. ¡Te contamos qué misterios albergaban y cómo una cosa llevó a la otra!

Cachivaches y misterios de los gabinetes de curiosidades

Los gabinetes de curiosidades se pusieron de moda durante el Renacimiento, época marcada por un "renacer" en el arte, las letras y las ciencias. En ellos, los límites entre las distintas disciplinas se desdibujaban. Las colecciones no se regían por criterios académicos, sino por su capacidad para despertar la admiración del público.

Eran una especie de enciclopedia viviente en la que se reunían tanto maravillas naturales y artefactos fabricados por humanos, como objetos de naturaleza mitológica o fantástica: plantas exóticas, herbarios, conchas marinas, momias, obras de arte, exoesqueletos de animales poco comunes, fósiles, amuletos, libros escritos en idiomas desconocidos, instrumentos médicos, dispositivos autómatas y hasta supuestos cuernos de unicornio o aletas de sirena, según explica el Doctor en Historia Moderna, Rafael Duro.

Cabinet of Curiosities (1690), óleo sobre tela. Autor: Dominico Remps.

Hay que pensar que estas colecciones eran un reflejo de la mentalidad de la época. El mundo aún era un lugar misterioso; los exploradores se embarcaban hacia tierras lejanas y regresaban con tesoros que parecían provenir de mundos fantásticos. Estos hallazgos despertaban la intriga y el deseo de saber más sobre los objetos y los lugares descubiertos. Los gabinetes representaban una forma de entender el mundo que abrazaba la curiosidad como motor de conocimiento.

Sin embargo, estas salas todavía no eran museos tal y como los conocemos ahora. En sus orígenes, los gabinetes se constituían como colecciones privadas, reunidas por personas con la inquietud necesaria y el capital suficiente, bien para viajar y recolectar ellos mismos estos objetos, o para comprarlos a mercaderes y anticuarios. Así, los cuartos de maravillas funcionaban como una puerta al saber, pero también como un símbolo de prestigio y exclusividad. Príncipes y nobles atesoraban estos objetos y después los exhibían ante sus invitados, a quienes los unía esa atracción por lo desconocido.

Inrô realizado por el taller de los Kajikawa, especialistas en laca japonesa. Museo de Zaragoza. Los inrô eran pequeños estuches que los hombres portaban para llevar monedas, medicinas o su sello personal, ya que los kimonos carecen de bolsillos.

 

De los gabinetes de curiosidades a los museos contemporáneos

Fue más adelante cuando la Ilustración y una nueva generación de personas viajeras, estudiosas y naturalistas, impulsaron nuevas formas de organizar el conocimiento. El afán coleccionista, que hasta entonces había sido sobre todo estético y social, dio pie en muchos casos a un verdadero interés científico. Los objetos ya no se seleccionaban y exponían en base a sus rarezas, sino por su capacidad para transmitir nuevos conocimientos.

Especialistas de numerosas disciplinas —como la paleontología, la arqueología o la botánica— comenzaron a exponer sus hallazgos en su círculo más cercano. Lo que comenzó con un conjunto de vitrinas fue progresivamente ocupando habitaciones enteras, dio lugar a las primeras exhibiciones museísticas y después al museo moderno: un espacio que no estaba solo destinado a la exposición, sino también al aprendizaje y al estudio.

De hecho, ¿sabéis cuál fue la predecesora del Museo de Ciencias Naturales de España? Una institución cultural que se llamaba Real Gabinete de Historia Natural. ¡Todo encaja!

Comprender el mundo a través de objetos

El concepto del gabinete de curiosidades ha evolucionado con el tiempo, al igual que el coleccionismo, que todavía se trata de una afición muy popular. Solo hace falta asistir a una feria del coleccionismo para darte cuenta de que las posibilidades son muy variadas: hay quienes reúnen sellos, monedas, vinilos, llaves y otras antigüedades, pero también figuras de acción, tazas, lápices… ¡o incluso latas de refrescos!

Sigue latente esa distinción entre las personas que coleccionan por placer o como una inversión, y las que lo hacen con una motivación artística o intelectual más que por acumular objetos. En este segundo grupo es donde los gabinetes de curiosidades encuentran su legado más significativo en el mundo moderno. Gracias a la labor de algunos coleccionistas a veces llegan a los museos piezas sorprendentes.

Es el caso de la Colección de Arte Oriental que se encuentra en el Museo de Zaragoza. La sección se inauguró gracias al profesor D. Federico Torralba, quien fue Catedrático en Historia del Arte y Doctor en Derecho, y legó al Gobierno más de mil objetos artísticos de distintas épocas, regiones, técnicas y materiales, así como bibliografía especializada. Posteriormente, la colección se ha ido enriqueciendo con nuevas aportaciones, como la de Víctor Pasamar y sus más de 200 estampas xilográficas japonesas, o la de los ceramistas contemporáneos Tanzan y Kentaro Kotoge, entre otras.

Museo de Zaragoza

Hemos hablado con Ana Labaila, Facultativo Técnico de Patrimonio Cultural (Departamento de Bellas Artes), quien nos explica que "los coleccionistas particulares juegan hoy en día un papel muy importante a la hora de incrementar las colecciones de los museos públicos". Nos cuenta que, en el caso de Víctor Pasamar, su labor es digna de elogio, ya que "cuando adquiere una obra, lo hace teniendo en cuenta las necesidades del museo: cuáles son sus carencias, periodos o artistas menos representados".

Una vez la colección queda en manos del museo, primero se identifican las piezas y después se catalogan. Esto consiste, aclara, en investigar la pieza, conocerla en profundidad y extraer todos los significados culturales que pueda ofrecernos. "No olvidemos que los museos son centros de investigación y conocimiento", añade, "como buenos herederos de los gabinetes de curiosidades, seguimos tratando de comprender el mundo".

La grandeza de esta colección, continúa Ana Labaila, reside en que nos enseña cuestiones que son esenciales para entender la cultura y la mentalidad oriental, y, a su vez, nos permiten reflexionar y plantearnos aspectos sobre nosotros mismos y cómo queremos que sea el mundo.

Entre otras lecciones, la colección ilustra otra forma de ver y valorar el arte: "mientras que en Occidente el arte es algo para decorar o contemplar, en países como China o Japón, cada actividad, por sencilla que sea, es una oportunidad para ser apreciada y disfrutada por su belleza. Por eso, allí las obras de arte son objetos para ser tocados, vividos y usados."

"El objetivo último", comenta, "es que las piezas lleguen a la ciudadanía y que ésta sienta las colecciones como algo propio: que las disfruten, quieran conocer más sobre ellas y contribuyan a su transmisión a futuras generaciones".

Porque las personas cambian con las épocas, pero si hay algo común a todas ellas es la fascinación que sentimos por lo desconocido, y el deseo de encontrar respuestas para las preguntas que nos plantea el mundo.


Casa de los Morlanes. Plaza San Carlos 4, Zaragoza, 50001

Tel: 976 72 18 18
Whatsapp: 608 748 112
Correo: infojoven@zaragoza.es
Cómo llegar en transporte público

Horario:

  • Lunes, Martes, Jueves y Viernes, de 10 a 14 horas;
  • Miércoles, de 15 a 18 h.

Verano:

  • Lunes a Jueves, de 10 a 14 h;
  • viernes de 10 a 13 h.