5. Plaza de los Sitios

Desde la Glorieta de Sasera nos trasladamos por el Paseo de la Constitución hacia la Plaza de los Sitios. Este paseo que hoy recibe un nombre tan democrático fue conocido durante el periodo franquista como Paseo de Marina Moreno. En esta vía el boulevard central, entre la vegetación, está recorrido por varias esculturas, pero ninguna de ellas hace referencia a los Sitios.

Deberemos avanzar en nuestro camino hasta la confluencia de este paseo con la calle Mariano Escar para adentrarnos en la Plaza de los Sitios, donde se ubica uno de los monumentos más destacados de los que se han levantado en la ciudad para conmemorar los Sitios. Lo que hoy es una plaza llena de actividad, en 1808 era una huerta. La Huerta de Santa Engracia se transformó a principios del siglo XX. La celebración en la ciudad de la Exposición Hispano-Francesa, con motivo del centenario de Los Sitios de 1808 y 1909, hizo que se urbanizase esta zona hasta transformarse en la plaza que vemos hoy. Una plaza de forma rectangular, en cuyo centro, entre los jardines que inundan este espacio se abre paso el imponente monumento a Los Sitios. Monumento que tuvo que esperar un siglo desde la conclusión de los Sitios para convertirse en realidad.

El proyecto escultórico corrió a cargo del artista Agustín Querol. La obra combina distintos relieves y escultura de bulto redondo, distintos materiales... con claros tintes modernistas el escultor consigue crear un efecto pictórico de gran belleza. Al rodear la obra descubrimos a los personajes que protagonizaron este cruento episodio de la historia zaragozana, así como figuras alegóricas que no hacen sino reforzar el carácter de magnificencia que evoca la obra. El pedestal, que se desarrolla sobre dos escalinatas semicirculares, es testigo de algunos de los episodios más destacados de la defensa de la ciudad. Agustina de Aragón, o el General Palafox quedan retratados en esta obra, junto a rostros anónimos que muestran expresivos el sufrimiento que conllevó la lucha contra el ejército francés. Además, el tratamiento irregular de la superficie del pedestal recuerda los estragos que las bombas provocaron en la ciudad.

El conjunto se completa en la parte alta con una alegoría de la ciudad de Zaragoza, un rostro femenino que se apoya con una mano sobre el escudo de la ciudad, y con la otra parece estar frenando con su gesto a las tropas francesas en su intento por adentrarse en ella.