El siglo XVI supone para Zaragoza un momento de esplendor, crecimiento y lujo de todo tipo, lo que le valió el sobrenombre de la harta. El elemento más característico es el mudéjar junto con la influencia italiana que se deja sentir cada vez más en todos los ámbitos culturales.

Zaragoza en el renacimiento

Tras los avatares (guerra, crisis, pestes...) que sufrió la ciudad en la edad Media el siglo XVI supone un momento de esplendor, crecimiento y lujo de todo tipo, lo que permitió construir una imagen cosmopolita de la ciudad, tal y como expresaron los viajeros extranjeros que la visitaron, como el embajador veneciano que se refirió a ella con el calificativo de la harta.

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Vista de la ciudad de Zaragoza de Anton van de Wyngaerden. 1563. Reproducción facsimil.

La ciudad crece llegando a los 25.000 habitantes, aunque la topografía urbana no se modifica sustancialmente. La ciudad renacentista sigue rodeada por dos recintos: el que marca la muralla romana y el muro de rejola o ladrillo, que protegen a sus habitantes. Además de acondicionar las cuatro puertas de origen romano , en estos momentos proliferan puertas, postigos y trenques para el control fiscal y de las epidemias más que por motivos defensivos. Se pavimentan varias calles, entre ellas la principal: El Coso. Para cruzar el río se mantiene el puente de Piedra para que los carros puedan acceder al centro de la ciudad y se intenta construir un puente de Tablas que se lo lleva una crecida y es sustituido por uno de barcas. Por su ubicación, a la altura de San Juan de los Panetes, daba acceso rápido al mercado.

Sin embargo, la mayor transformación se aprecia en barrios, como el de San Pablo, que pasa de ser un área artesano-industrial en época islámica al llamado Barrio del Rey, en el que se ha establecido una rica población que engalana sus casas siguiendo los nuevos modelos renacentistas, pero con los materiales propios de la tierra: ladrillo y yeso. Ahora proliferan por toda la ciudad las llamadas casas-palacio, de tres plantas con los característicos arquillos de medio punto en la parte superior cubiertos por el rafe o alero tallado. Una gran parte de estas edificaciones ha desaparecido; sin embargo tenemos descripciones documentales y algunos restos como los de la casa Zaporta conservados en el Museo del Teatro o el más diferente palacio Ezmir, con un patio descubierto hacia el Ebro y cuya cimentación se encontró en la excavación del solar de la plaza San Bruno, conservándose en el interior del Museo del Puerto Fluvial.

La ciudad, además de engalanar sus casas particulares, se preocupó por los edificios públicos como la Lonja de Mercaderes construida a mediados del Siglo XVI, para hacer frente a la expansión comercial de la ciudad, que estaba en manos de una poderosa burguesía fundamentalmente judeoconversa. También el Concejo mando construir en 1504 la Torre Nueva en la plaza San Felipe. La torre conocida por su inclinación fue demolida en 1892. Con el reloj y las campanas que se colocaron en la torre, no sólo se marcaban las horas y los cuartos que regulaban la vida de la ciudad, sino que también servia de aviso en caso de incendio y en las fiestas.

Otros edificios importantes y que han desaparecido son las Casas del Puente, sede del Concejo de la ciudad, y la Casa de la Diputación o del Reino, sede de los diputados, cortes y Justicia. Aunque su construcción se inició en la Baja edad Media, se fecha en el siglo XVI. De esta última se han encontrado restos en las excavaciones de la plaza de La Seo. Estos cambios, aunque en menor medida, también se aprecian en los edificios religiosos, como la ampliación de la Seo, que conllevó la desaparición de la iglesia primitiva, o la portada de Santa Engracia.

También en las excavaciones de La Seo se encontró un molino de aceite del siglo XVI, delante de lo que fue el antiguo Hospital del Salvador . Sin embargo la mayor parte de la industria se ubicaba en los barrios alejados, como los curtidores en la zona de Tenerías o los tintes de la industria textil en Altabás, para evitar insalubridades en el centro de la ciudad. En el barrio morisco, en torno a la plaza Salamero, continúa la tradición alfarera con un horno mudéjar. En el registro arqueológico de toda la ciudad se ha encontrado además abundante cerámica. La producción más característica de este momento es la loza dorada de Muel y la azulejería de arista asociada a la arquitectura. Estas producciones mudéjares, a partir de la expulsión de los moriscos y la llegada de alfareros de Reus, manifiestan un cambio en los gustos y las formas.

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Fachada trasera del Palacio Ezmir detalle del cuadro Vista de Zaragoza de Juan Bautista Mazo. Galería on -line del Museo del Prado.
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Xilografía de la avenida del Ebro en 1871. Detalle de las Casas del Puente. Archivo Municipal de Zaragoza.
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Fragmento de un motivo heráldico del siglo XVI, de la excavación de la plaza de la Seo, perteneciente a la Diputación del Reino. Ayuntamiento de Zaragoza.
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Vajilla de reflejo metálico. Ayuntamiento de Zaragoza
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Cuencos de la excavación del Convento de Santo Domingo. Ayuntamiento de Zaragoza